miércoles, 29 de enero de 2014

La eficiencia en el deporte público en tiempos de crisis

  • En los tiempos que corren, ya no hay lugar a dudas en la gestión pública del deporte. Hay que reducir gastos y cambiar la eficacia por la eficiencia. Si hace 5 años la crisis empezaba a asomar la cabeza entre las distintas administraciones, actualmente los ayuntamientos, como grandes responsables  de las políticas deportivas locales, se encuentran en una situación económica más que desesperada, lo que repercute también en el sistema deportivo municipal. La situación actual ¿es consecuencia del despilfarro o de un mal sistema de financiación? Y, lo más importante, ¿cómo solucionarla?

                                                       Ante la situación actual de los ayuntamientos, el deporte público
                                                       debe apretarse el cinturón a fondo .                                                      

Entre los años 1990 y 2007 los presupuestos municipales aumentaron gracias a la boyante recaudación por licencias de obras y por impuestos como el de plusvalías y el de construcciones de viviendas y parques empresariales. Los ayuntamientos elevaron sus inversiones, pero también su gasto corriente: crearon sociedades municipales e incrementaron sus plantillas. A la vez, cada inversión suponía más gasto corriente. Se construía un equipamiento, y éste requería personal, mantenimiento e, incluso, asumir pérdidas. Además, se aprobaban convenios colectivos muy dignos para los funcionarios o contratados laborales públicos, pero insostenibles para la hacienda pública, tal y como se está comprobando ahora.

En las décadas de los 80 y 90 el deporte se empezó a popularizar y los ayuntamientos destinaron grandes presupuestos a inversiones, medios materiales y económicos para intentar que toda la población tuviera la posibilidad de acceso a la actividad física y el deporte. Se proyectaron y construyeron grandes y costosos centros deportivos, que en unos casos se ocuparon, aunque no en todos sus horarios, y en otros se redujo la franja horaria de uso (tardes de 17.00 a 21.00 horas principalmente). Además, durante los años 90, muchos ayuntamientos dieron un paso más en la oferta de actividades con la construcción de centros de spa y balnearios urbanos o salas de máquinas con alta tecnología, con el beneplácito de los directivos y políticos de turno, que entendían que la filosofía era ofrecer una actividad de alta calidad, al considerar que todo vecino tiene derecho a este tipo de instalaciones sin tener en cuenta sus costes. Eran tiempos de excesos y derroche de muchas corporaciones.

También es cierto que a finales de los 90, algunos consistorios empezaron a dar marcha atrás en su política de gastos. Dándose cuenta de que los costes eran muy elevados, optaron por la gestión concertada de los centros deportivos públicos, al considerar que se abarataban los costes y se mantendría la calidad de los servicios. No obstante, muchos gestores tampoco se dieron cuenta de una puntualización sobre la calidad de los servicios: en los años 80 una actividad de mantenimiento físico tenía un número de 40 alumnos y una clase de enseñanza de natación, entre 10 y 20 alumnos; en los años 90, en esa apuesta por la mejora de la calidad del servicio, el número de alumnos se redujo a menos de la mitad, con el considerable coste, fundamentalmente en técnicos.


                                                 La eficiencia en la nueva política deportiva municipal debe tener en
                                                 cuenta otros modelos de gestión y la máxima reducción de gastos en los centros


Una gestión eficiente

Como puede deducirse de ese breve resumen histórico, la filosofía de los estamentos públicos municipales era dar unos servicios de calidad similar a gimnasios y centros deportivos privados, entrando en competencia con ellos, pero a precios muy reducidos, lo que suponía que en muchos casos la subvención media de un servicio estaba por encima del 60-70%, algo claramente insostenible, como se está demostrando actualmente. Esta situación ha sido denunciada continuamente por los centros deportivos privados como competencia desleal, lo cual no quiere decir que siempre tuvieran razón. Actualmente los ayuntamientos están en una situación económica totalmente caótica, en la que incluso no pueden pagar ni a sus proveedores, siendo la ruina de muchos de estos. Esta situación obliga a tener nuevas y creativas iniciativas, especialmente eficientes.

Ante la situación actual, algunos consistorios ya están tomando cartas en el asunto, tales como la concertación con grandes empresas de acuerdos de construcción y gestión a largo plazo, 30 ó 40 años, en los que los ayuntamientos lo único que ofrecen son los terrenos y, en algunos casos, unos precios básicos en los abonos. El sector, por tanto, está pasando de la gestión 100% pública a una gestión mixta.

Otra opción puede ser dar un pequeño paso atrás y cambiar políticas internas o de uso muy exigentes por otras más flexibles, por ejemplo el aumento de alumnos en cada grupo de actividad con el fin de hacerla más rentable económicamente sin tener que elevar los precios. en este caso, la masificación de las clases será el punto menos negativo, pues siempre es peor dejar de prestar el servicio. Además, pese a la masificación de las actividades deportivas, es posible mantener la calidad gracias a técnicos deportivos motivados, ilusionados con su trabajo y que ofrezcan, por supuesto, un mayor esfuerzo. Lógicamente, si la situación es muy extrema, habrá que eliminar aquellas actividades menos rentables.

La gestión de los centros deportivos también debe ser más eficiente, empezando por políticas de reducción de gastos fijos y variables (agua, electricidad...), siguiendo por medidas que fomenten el ahorro (programas informáticos, gestión de procesos, cuadro de mando, mantenimiento preventivo, externalización de servicios...), y finalizando por los recursos humanos. Respecto a la gestión del personal, es obligado buscar la polivalencia del trabajador y un mayor rendimiento del equipo directivo, reduciendo éste al mínimo imprescindible.

Conclusión

La situación actual de los ayuntamientos es insostenible y las medidas, algunas apuntadas en este artículo, deben ser drásticas. Por tanto, ¿qué medidas se deben tomar? Hay que ser ingeniosos, creativos y valientes. Y cada administración pública deberá hacer sus deberes, unas con más esfuerzo o sacrificio y otras con menos, dependiendo del camino andado.



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